Voy a estrenarme contando una pequeña intimidad:
Hace unos años mi madre me regaló mi primera crema anti-arrugas (WTF!) Eso me hizo pensar: Ok. Resulta que esos pequeños surcos que para mí significan extroversión, felicidad y simpatía, no son más que: ¡ARRUGAS! ¿Me estoy haciendo vieja? ¡No me jodas mamá!
A partir de ese momento se abrió la veda y un ejército de cremas invadió mi armario. Cada Navidad me caía una nueva: anti-patas de gallo, anti-flacidez, anti-manchas, anti-ojeras, anti-hoyuelos, anti-anti... ¡Todas! Vamos mamá, ¿tan viejuna me ves? – “Esto es prevención mi hijita. Ya verás que con el paso de los años me lo agradecerás.” ¬¬ (me cago!)
La verdad es que he estado un poco depre con este asunto... Pero hace un par de días, estaba frente al espejo mientras me cepillaba los dientes y ¡VOILÀ! ¿¿Qué me encontré?? ¡¡¡Un pedazo de grano!!! :_) Se supone que debería estar horrorizada ante ese bicho de punta blanca, pero hostia! resulta que con 25 años estaba empezando a desarrollar ¿¡ACNÉ!? Yo jamás había tenido marcas en la cara, pero de pronto, entre tanto potingue “anti-todo” empezaba a brotar (literalmente) un síntoma propio de la pre-adolescencia que parecía que me estaba diciendo a gritos: “¡Estás hecha una muchacha!”
La verdad es que no estaba muy segura de si la aparición esporádica de un granito significaba un retorno a mi adolescencia... Además, ese puto grano era feo, pero por una vez, en vez de cubrirlo con una espesa capa de maquillaje, lo lucí muy digna creyendo que ese nuevo amigo estaba lleno de jodida ¡ESPERANZA!
¡Bienvenida (de nuevo) juventud!
Lucy in the sky.
que bien escribe esta chica siempre!
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ResponderEliminareres tu?
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